El Espíritu Santo es un miembro de la Divinidad (Marcos 1:10-11; Juan 15:26). Comparte los mismos atributos, características y motivaciones de Dios Padre y Dios Hijo, pero es Su entidad (como ejemplo, omnipresencia - Sal 139:7-10). Tiene mente, voluntad y emociones (Lc 12:12; Rm 8:27; Ef 4:30). La frase más común que se encuentra en la Biblia para identificarlo es "el Espíritu de Dios". Está implicado en la creación de todo lo que vemos (Gn 1:2; Prov 8:22-31; Sal 33:6; Is 40:12, 13) y es el dador (Gn 2:7; Job 33:4) sustentador (Sal 104:10-14, 30) y tomador de la vida (Is 40:7; Sal 104:29; Job 34:14-15).
El Antiguo Testamento
En el Antiguo Testamento, encontramos que el Espíritu Santo es relacional. El Espíritu Santo se ocupa de darnos sabiduría y guiarnos para que tomemos las decisiones correctas (Salmo 143:10; Prov. 8; Isaías 4:4, 11:1-3).
También vemos que el Espíritu Santo obra sobrenaturalmente. El Espíritu Santo obraba hablando a los profetas y por medio de ellos (1 S. 10:6; 2 S. 23:23; Ezequiel 11:5, 24); interpretando sueños (Gn. 41:38, Dan. 5:11) y realizando milagros (Éx. 7-12, 16, 17; 2 R. 4, 5, 13; Daniel 3, 6).
El Espíritu Santo también capacita para el liderazgo sobrenatural. Otorga a las personas la capacidad de liderar grandes grupos de personas (Jueces 6:34; 1 Sam 16:13). Él capacita a ciertas personas para posiciones particulares: algunos como profetas, algunos reyes, algunos sacerdotes, así como otras asignaciones: (Génesis 41:38; Éxodo 31:3, Jueces 6:4; 1 Samuel 16:13; 2 Samuel 23:23; 2 Crónicas 15:1-2; Daniel 5:11; Jeremías 1:9; Ezequiel 2:2).
En el Antiguo Testamento, Dios prometió un tiempo futuro en el que todo aquel que depositara su fe en Él experimentaría el Espíritu Santo. En primer lugar, habitando en el interior de los creyentes para cambiarlos de dentro a fuera (Ezequiel 11:19) y, en segundo lugar, dándoles poder, fluyendo de los creyentes de forma sobrenatural como testimonio de quién es Él (Joel 2:28-29, 32).
El Nuevo Testamento
Comenzamos el Nuevo Testamento con el Espíritu llamando profeta a Juan cuando era un bebé (Lucas 1:41). Luego vemos que el Espíritu Santo interviene en la concepción de María y en el nacimiento de Jesús (Mateo 1:20).
Jesús recibe el Espíritu Santo antes de comenzar su ministerio. El Espíritu Santo desciende sobre Él, le llena y fluye a través de Él. Él viaja, la gente es sanada, se realizan milagros y la gente se vuelve a Dios (Lc 3:21-22, 4:1,14). Jesús promete a Sus discípulos: el Espíritu Santo que mora en ellos (Mt 10:19-26; Jn 14:17, 26; Jn 20:21-22) que nos conecta con Dios y el Espíritu Santo que les da poder para ayudarles a difundir la buena nueva de Jesús. (Mateo 3:11; Marcos 16:15-18; Juan 14:17, 16:7, 20:22).
Más adelante leemos que los discípulos reciben la morada del Espíritu de Dios que viene a vivir en ellos (Juan 20:21-22) y la fuerza del Espíritu que viene a bautizar a los discípulos mientras le piden y esperan (Hechos 2:1-8). Como seguidores de Jesús, se nos promete la misma experiencia que tuvieron los discípulos (Hechos 2:38-39).